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Una amplia avenida de tierra escoltada por tilos, robles y espigados sauces desemboca en un edificio de granito de tres plantas. Abre un gran ventanal y sale a la terraza, camiseta michael jordan con vista a la avenida de sauces que acaba de recorrer con el coche. Me gustaría que se utilizase, pero tampoco puedo imponerlo por el artículo 33 porque si no, camisetas baloncesto igual el que no está soy yo. Agatha Wilkinson lo mira sorprendida, sin saber si trata con un ladrón, un espía o un subalterno que se excede en sus funciones.

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